La situación energética de Estados Unidos pintaba muy mal cuando transcurría la primera década del actual milenio. Durante las tres últimas décadas la producción de energía procedente de todas las fuentes se había incrementado en un 16% mientras que el consumo lo había hecho en un 29% (Figura 1). Como consecuencia, el 20% del consumo energético estadounidense tuvo que importarse en 2011 mientras que en 1981 había sido solamente el 11%. Más del 86% del consumo energético procedió de combustibles fósiles frente al 8,3% (nuclear), 3,3% (hidroeléctrico) y 2% (renovables).
INSTITUTO FRANKLIN - UAH