La guerra hispano-cubano-americana de 1898 finalizó con el Tratado de Paz de París entre Estados Unidos y España. Este acuerdo supuso el fin del imperio español en América y la pérdida de Cuba después de cuatro siglos unida a la metrópoli.
Comenzó entonces la primera intervención militar norteamericana de la Isla, periodo que se extendería desde 1899 hasta 1902. En esos tres años, EE. UU. impulsó una renovación política y social con el objetivo de convertir a Cuba en una aliada fiel y, quizá, terminar anexionándola. También pasó a controlar la economía cubana, en particular, el azúcar, del que era la primera productora mundial.
Aunque la amenaza anexionista no desapareció durante toda la ocupación, Cuba pudo declarar su independencia el 20 de mayo de 1902, pero pagó un alto precio: entregar el control de tu política exterior a Estados Unidos gracias a la Enmienda Platt, una cláusula incorporada a la nueva carta magna. A cambio, dio un gran paso hacia la plena soberanía y consiguió firmar un tratado comercial con el país norteamericano que le garantizaba un mercado enorme y estable.
Este libro analiza ese periodo breve y fascinante en el que EE. UU. se convirtió en una potencia mundial y Cuba sentó las bases republicanas. Un tiempo en el que la democracia llegó del norte como un viento poderoso, pero también amenazante.