Permítanme que comience este artículo con una obviedad: la OTAN es una historia de éxito... al menos en lo que a su misión original se refiere. No hay duda de que la imperiosa necesidad de afrontar la amenaza que se cernía sobre la mitad occidental de Europa al acabar la Segunda Guerra Mundial, que reunió en los primeros años de la guerra fría en torno a una mesa a diez países de uno y otro lado del Atlántico Norte para firmar el Tratado de Washington, fue felizmente solventada con la desaparición de la Unión Soviética. Y, como se suele decir y no es una hipérbole, sin pegar un solo tiro. No fue fácil, desde luego, y no faltaron episodios de enorme gravedad que a punto estuvieron de derivar en el temido holocausto nuclear, con la consiguiente destrucción mutua asegurada. Pero no, nada de eso ocurrió. Happy end.
INSTITUTO FRANKLIN - UAH