La visión que tradicionalmente hemos tenido de las relaciones transatlánticas ha sido la de dos polos, cada uno con sus propios intereses. Visión que no se corresponde con la realidad durante décadas que, más bien, ha consistido en la presencia de un indiscutible hegemón – los Estados Unidos- y dos clases distintas de aliados europeos. Por un lado, países europeos que apoyan su poder alineándose incondicionalmente con cualquiera de sus decisiones, en una posición de bandwagoning, es decir, beneficiándose netamente de la situación ya que, por lo general, se trata de países cuya contribución en términos de seguridad y defensa es irrelevante. Por otro lado, países europeos que han optado por intentar equilibrar el peso de los Estados Unidos, adoptando una posición de balancing, pero contribuyendo a la seguridad común con sus capacidades militares; y, dicho sea de paso, apoyando en la mayoría de los casos, los intereses estadounidenses. Pero hoy el panorama geopolítico ha cambiado radicalmente.
INSTITUTO FRANKLIN - UAH